ACADÈMIA MARIANA

7 maig 2014
Categoria/es: Acadèmia Mariana

MES DE MARIA. Flores del mes de Mayo (del día 6 al 15)

 

 

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          Día seis

 

I. El lirio

1. Después de las rosas toda la gran familia de los lirios ocupa en nuestros jardines un lugar muy preferente, y de ella tomamos el que sobresale a todos ellos. Este sube recto hacia el sol, e inclina su cabeza cuando éste pasa. Su color es blanco, cándido y puro, y su fragancia tan fuerte, que el exceso ofende casi a un olfato débil, poco capaz y enfermo.

II. La fe católica

2. El lirio es el emblema de la pureza del alma. Entiéndase por pureza, no la castidad, sino la que resulta de la unión del alma con su Dios. El alma es pura tanto más cuanto con mayor intensidad se une con la pureza misma, que es Dios, y fundándose esta unión en fe, esperanza y amor, la fe es el principio de su candidez: Fide purificans corda eorum.

La fe hace subir y eleva el alma hacia Dios: sube rectificada por la contemplación de la verdad eterna, la mira, y en su presencia cubre su rostro e inclina su cabeza.

Dios, ser infinitamente perfecto, infinitamente bello y hermoso, atrae y roba la vista espiritual del alma; y la inmensa fragancia de sus atributos y perfecciones hace sentir al corazón humano la benéfica influencia de su presencia en él.

¿Qué cosa es fe? Cree y lo sabrás. Es una virtud sobrenatural, infusa en el alma por el Espíritu Santo, mediante la que el entendimiento dispuesto, curado, fortificado y corroborado por un don del mismo nombre entendimiento, percibe en sí las verdades eternas, las mira y las contempla, distingue lo verdadero de lo falso, lo bello de lo que es feo, lo revelado de lo que no lo es, y se adhiere firmísimamente y se une con Dios, belleza suma, que se le presenta vestido de toda la grandeza, esplendidez y magnificencia que la dan sus infinitas perfecciones.

¿Quieres saber qué cosa es fe? Ama la verdad eterna, búscala, y hallada, únete con ella, y cuando la tengas, el inestimable y fuerte olor de esta hermosa flor te dirá qué cosa es ella; te lo enseñará práctica y experimentalmente, y entonces entenderás su definición.

¿Que no amas a Dios verdad eterna? La definición que se te dé sobre esta excelentísima virtud será para ti oscura.

III. La fe en María

3. María tuvo fe en más alto grado que todos los Patriarcas y Profetas: creyó en Dios salvador, y su fe salvó a toda la raza de Adán, proscrita por la culpa.

IV. El lirio en las manos de María

4 ¿Cómo está la fe en tu alma? ¿qué has hecho para formar en ti la verdadera idea de Dios? ¿cómo piensas de Dios? ¿cuándo piensas en Dios? ¿cómo miras a Dios?… ¡Ah! Cuida bien esta flor, tómala y ponla en manos de nuestra mística jardinera que conoce perfectamente su naturaleza, y dile:

Presentación del lirio a María

ORACIÓN. Madre de todos los creyentes, ayudadme en mi incredulidad. Yo creo todo cuanto cree y manda creer nuestra madre santa la Iglesia. Yo me obligo, yo me comprometo a fomentar y cultivar esta flor con santas meditaciones: yo propongo estudiar y meditar los misterios y las verdades que me propone la Religión. Yo prometo vivir firme en la fe católica, y guardarla pura hasta la muerte.

Recibid, Señora, estos mis propósitos: aceptad esta flor y presentadla a Dios vuestro Hijo, verdad eterna.

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          Día siete

 I. La flor del naranjo

1. En los países del Norte el naranjo es para los jardines una cosa muy rara, se conserva, pero para salvarle allí contra los hielos y fríos se necesita gran precaución, y se mira como uno de los mejores ornamentos. Entre nosotros, esto es, en países cálidos, el naranjo en mayo produce tal cantidad de flores y llena los jardines de perfumes tan aromáticos, que parece nos vuelve al paraíso de donde por la culpa fuimos desterrados. En esta estación un bosque de naranjos echa muy lejos su fragancia, porque da flores en gran escala. Es siempre verde, y de un verde vivo y encendido.

II. La esperanza

2. La fe, la esperanza y la caridad son en el jardín de la Iglesia plantas las más nobles, las más excelentes y sublimes. Todas nuestras relaciones con Dios se fundan sobre ellas. La fe nos da de El una idea o noticia pura y adecuada, y nos le representa tal como es El en sí. La presencia de Dios en nuestra alma por una fe pura produce la esperanza, porque por la fe le miramos Salvador, Redentor, Protector y Bueno.

Es la esperanza una virtud infusa en el alma que la dispone y mueve a esperar de Dios en esta vida los auxilios de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, y en la otra, la vida eterna mediante nuestras buenas obras. Corresponde a ella el don de ciencia.

Siendo una de las tres virtudes principales, debe ser representada por una flor que tenga algo de grande y de sublime. Tal es la del naranjo; es pequeña, pero se nos presenta en los ramos apiñada, y en una abundancia que excede a todas las demás plantas odoríferas. Este árbol siempre hermoso nos recuerda las glorias y las delicias del paraíso que perdimos por la culpa.

III. La esperanza en María

3. Había más de cuatro mil años que los infiernos estaban abiertos envolviendo entre sus llamas voraces a millares de almas reprobadas por la culpa: los cielos cerrados; los hijos de Adán sujetos al príncipe de las tinieblas que les había vencido; los demonios adorados bajo las monstruosas figuras de las pasiones más feas, el trono de Dios inaccesible. Una joven, devorada por los ardores de la caridad, se propone en su ánimo cambiar la faz del mundo moral; pide la salvación, pide y la espera, espera y la consigue. A la fe, a la esperanza y a la caridad de María debemos nuestra salvación. ¡Gloria a ella!

IV. Un ramo florido de naranjo a María

4. Revisemos nuestro jardín: estamos en mayo: busquemos el naranjo, veamos si está en flor. ¿Esperas? ¿te salvarás? ¿irás al cielo, entrarás al paraíso separada tu alma del cuerpo? ¿qué respondes? ¿tienes la esperanza? ¿está en ti esta necesaria virtud? Si está en ti, ella responderá y dirá «sí, yo seré salvo porque Dios me salvará: me salvará porque yo allá al fondo de mi alma así lo espero».

¿Qué temes? ¿qué tiemblas? ¿qué dudas? ¿qué vacilas? ¿se está acaso discutiendo de si te salvarás o te perderás? ¿qué has perdido tu esperanza? Si así fuese, corre, acógete a María, preséntale esa flor y dile:

Presentación de la flor

ORACIÓN.

Señora: Yo espero salvarme; yo espero que Vos me alcanzaréis los auxilios de la gracia para vivir cristianamente, fío a la bondad de Dios mi salvación. Yo prometo fidelidad, lealtad y exactitud en la observancia de la ley santa del Señor.

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          Día ocho

 I. Un ramillete de flores campestres y silvestres 

1. Hay en los campos, en los bosques y entre los peñascos en los montes, infinitas especies de flores, varias en colores y formas que, sin cuidado del hombre, nacen, crecen, explotan, se multiplican; y son la belleza, la hermosura, el ornato y el vestido de los prados, de los montes y de las campiñas. No hay una sola especie de éstas, por más pisada que sea de los animales, que no tenga un dote, una cualidad especial, además de las que son comunes a toda la raza vegetal.

II. Virtudes naturales

2. Hay virtudes que recibimos de Dios como autor de la naturaleza: son dadas, y crecen en nosotros sin gran cuidado nuestro, porque por un don natural tenemos a ellas tendencia,
inclinación, voluntad y amor. Y éstas unas son intelectuales y otras morales. Sin la caridad no son virtudes perfectas, lo son según el orden natural.

No obstante, transportadas a un terreno cultivado, y formadas bajo la impresión de la caridad, reciben con la cultura un nuevo brillo.

No pueden ser mejor significadas estas virtudes que por las flores campestres. Un ramillete de éstas, compuesto y entretejido por la mano de una hábil jardinera, rivaliza en belleza y perfumes con los que se forman de las cultivadas en los jardines.

No porque las tengamos sin trabajo y cuidado nuestro son menos dignas de aprecio que las que adquirimos con grandes penalidades nuestras. Una virtud que cuesta a uno muchas lágrimas, a otro se le ha dado de balde.

III. Virtudes naturales dadas a María

3. Dios, como autor del orden natural, comunicó a la que estaba destinada para ser su Madre todas las virtudes naturales en el más alto grado de perfección de que era capaz un alma racional: sabiduría, ciencia, prudencia, habilidad en el arte de su respectiva condición. Prudencia, justicia, fortaleza, templanza, con todas las virtudes adjuntas a éstas. Estas virtudes, dadas con gran perfección, recibieron con el cuidado, práctica y ejercicio, dirigidas por la caridad, un grado muy sublime de excelencia.

IV. Flores campestres a María

4. ¿Qué tienes de bueno que no lo hayas recibido de Dios? Esa misma virtud que a ti nada te cuesta, y que a otros falta, cuídala bien, y seas por esto agradecido a quien te la dio.

La virtud que nació contigo, y que ha crecido entre las peñas de mil vicios sin cuidado tuyo, no la desprecies; cultí vala, trasplántala al borde de las aguas de la gracia, elévala a un fin sobrenatural, y verás qué nuevo aspecto toma.

Presentación de flores campestres.

ORACIÓN. Señora: Pongo hoy en vuestras manos todas las virtudes, todos los dones, todas las dotes que he recibido de Dios; y me comprometo a cuidar, cultivar y conservar estas flores. Recibidlas, y presentadlas a vuestro Hijo.

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          Día nueve

I. El tornasol 

1. El tornasol sube recto hacia el cielo, se eleva sobre las demás flores, y en magnitud las excede a todas. Su figura se asemeja a la del sol: forma un círculo perfecto, y envía fuera de él sus hojas amarillas semejantes a los rayos de este rey de los astros.

Si tuviera perfumes y fragancia, disputara a la rosa el cetro y la corona, por este defecto está privado de esta gloria.

Mientras puede, durante su infancia, juventud y virilidad, mientras puede doblarse y moverse, va siguiendo al sol en su curso de oriente a mediodía, de mediodía a poniente y mientras el sol corre escondido, él vuelve, durante la noche, de poniente a levante y allí le espera, y cuando amanece sobre el horizonte, inclina hacia él la cabeza y le sigue.

Viejo ya, no pudiendo menearse, se queda inmóvil y tullido mirando a mediodía.

II. La prudencia

2. Todas las virtudes morales han nombrado una reina que las gobierne, y la elección ha recaído en la prudencia. Pero como ésta reconoce por superiora suya a la caridad, ha tomado el título de virreina de todas las virtudes morales.

El tornasol es un emblema muy expresivo de esta virtud. Esta planta, que se eleva sobre las demás en nuestros jardines, mira siempre al Sol de justicia y le sigue doquiera que vaya; se inclina a su presencia, toma de él sus luces y consejos y gobierna en la familia vegetal según un dictamen que es siempre recto. Recta ratio agibilium. No tiene olor, pero siémbrense a su alrededor sus corifeos, que son ocho yerbas aromáticas de diferente especie, y suplirán con sus perfumes lo que falta a su principal, y todas juntas compondrán un ramillete perfecto.

Corresponde a la prudencia el don de consejo.

III. La prudencia en María

3. María conoció desde su inmaculada concepción sus destinos a proporción que le fueron revelados. Se propuso un fin, y este fin no fue otro que el de la salvación de la raza humana, corrompida y perdida por el pecado. A esta tan alta y sublime misión ordenó toda su vida, todas sus acciones y todos sus movimientos, y consiguió su propósito dándonos un Salvador. La ordenación de toda su vida a la salvación del mundo, fue obra de la prudencia.

IV. El tornasol en manos de María

4. ¿Está en tu jardín el tornasol? En todas tus acciones, en todos tus negocios y empresas, ¿miras y consultas a Dios, a la recta razón, al dictamen de tu conciencia? ¿hay orden en tu modo de vivir? ¿vives a tu gusto, haces lo que te place, obras según tus caprichos? Si así es, no hay en ti la prudencia. Fija tu vista hacia el fin de tu creación, y dirige según él y hacia él toda tu vida, y serás prudente. Si no tienes prudencia, vives en desorden, y eres un jardín arruinado. Busquemos esta flor y pongámosla en las manos de María, y para sembrarla le dirás…

Presentación de la flor.

ORACIÓN. Señora: Yo desde hoy me comprometo, yo propongo y me resuelvo a vivir en adelante según Dios, según el dictamen recto de mi conciencia y según razón. Fuera caprichos, juicio propio y pasiones malas: ordenaré mis acciones y mi vida según los eternos designios de Dios: así lo tengo resuelto practicar. Recibid, Señora, esta flor; a vuestra maternal solicitud confío su cultivo.

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