El Papa ha pres possessió de la Basílica Santa Maria Major, a Roma el 4 de maig de 2013, en l’Eucaristia oficiada després del res del Sant Rosari a davant de la Salus Populi Romani, la icona de més de dos mil anys d’antiguitat, símbol mariològic per excel•lència i a qui el papa Francesc professa una especial devoció.
Aquestes són algunes de les idees extretes de l’homilia. "Una bona mare no només acompanya els nens en el creixement, sense evitar els problemes, ajuda també a prendre les decisions definitives amb llibertat"
"Maria és mare i una mare es preocupa sobretot per la salut dels seus fills, sap cuidar sempre amb amor gran i tendre. La Verge custòdia nostra salut. Què vol dir això? Penso sobretot en tres aspectes: ens ajuda a créixer, a afrontar la vida, a ser lliures "
Va dir que una mare més pensa en la salut dels seus fills, educant-los també a afrontar les dificultats de la vida. "No s’educa, no es cuida la salut evitant els problemes, com si la vida fos una autopista sense obstacles. La mare ajuda els fills a mirar amb realisme els problemes de la vida i a no perdre-s’hi, sinó a afrontar-la amb valentia, a no ser febles, i saber-los superar, en un sa equilibri que una mare "sent" entre les àrees de seguretat i les zones de risc. I això una mare sap fer-ho. Porta al fill no sempre sobre el camí segur, perquè d’aquesta manera no pot créixer. Però tampoc només sobre el risc, perquè és perillós. Una mare sap equilibrar aquestes coses. Una vida sense reptes no existeix i un noi o una noia que no sàpiga afrontar posant en joc ‘no té columna vertebral! ".
El Papa ha afirmat també que "una bona mare no només acompanya els nens en el creixement, sense evitar els problemes, els desafiaments de la vida, una bona mare ajuda també a prendre les decisions definitives amb llibertat. Això no és fàcil. Però una mare sap fer-ho, en aquest moment en què regna la filosofia de lo provisional.
Però, què significa llibertat? Per cert, no és fer tot el que un vol, deixar-se dominar per les passions, passar d’una experiència a una altra sense discerniment, seguir les modes del moment; llibertat no significa, per així dir-ho, tirar per la finestra tot el que no ens agrada.
La llibertat se’ns dóna ‘perquè sapiguem optar per les coses bones en la vida! Maria com a bona mare ens educa a ser, com Ella, capaços de prendre decisions definitives, amb aquella llibertat plena amb la qual va respondre "sí" al pla de Déu per a la vida (cf.. Lc 1, 38) "
Text complet de l’homilia
Agradezco a Uds. que hoy han venido a rezar a la Virgen, a la Madre, a la "Salus Populi Romani".
Esta tarde estamos aquí ante María. Hemos rezado bajo su guía maternal para que nos conduzca a estar cada vez más unidos a su Hijo Jesús, le hemos traído nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, nuestras esperanzas y nuestras dificultades, la hemos invocado con la bella advocación de "Salus Populi Romani", pidiendo para todos nosotros, para Roma y para el mundo que nos done la salud. Sí, porque María nos da la salud, es nuestra salud.
Jesucristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección, nos trae la salvación, nos dona la gracia y la alegría de ser hijos de Dios, de llamarlo en verdad con el nombre de Padre. María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos, sabe cuidarla siempre con amor grande y tierno. La Virgen custodia nuestra salud. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres.
1. Una mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza – que también se deriva de un cierto bienestar – a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas. La mamá cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes ideales. El Evangelio de san Lucas dice que, en la familia de Nazaret, Jesús " iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él " (Lc 2, 40). La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.
2. Una mamá además piensa en la salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una madre "siente" entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Y esto una madre sabe hacerlo. Lleva al hijo no siempre sobre el camino seguro, porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral! Recordemos la parábola del buen samaritano: Jesús no propone la conducta del sacerdote y del levita, que evitan socorrer al hombre que había caído en manos de ladrones, sino el samaritano que ve la situación de ese hombre y la afronta de una manera concreta. María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando para ellos "no había lugar para ellos en el albergue" (Lc 2, 7), hasta el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Y como una buena madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo. Jesús en la cruz le dice a María, indicando a Juan: "¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!" y a Juan: "Aquí tienes a tu madre"(cfr. Jn 19, 26-27). En este discípulo todos estamos representados: el Señor nos confía en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, para que sintamos que nos sostiene al afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano. No tener miedo de las dificultades. Afrontarlas con la ayuda de la madre
3. Un último aspecto: una buena mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas, los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad. Esto no es fácil. Pero una madre sabe hacerlo, en este momento en que reina la filosofía de lo provisorio. Pero, ¿qué significa libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere, dejarse dominar por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las modas del momento; libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos dona ¡para que sepamos optar por las cosas buenas en la vida! María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que respondió "sí" al plan de Dios para su vida (cfr. Lc 1, 38).
Queridos hermanos y hermanas, ¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo provisorio. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo efímero… ¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la vida! ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.
Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha generado a Jesús en la carne y ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario y en el Cenáculo. La Salus Populi Romani es la mamá que nos dona la salud en el crecimiento, para afrontar y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual.
Es lo que te pedimos esta tarde, Oh María, Salus Populi Romani, para el pueblo de Roma, para todos nosotros: dónanos la salud que sólo tú puedes donarnos, para ser siempre signos e instrumentos de vida.